martes, 25 de agosto de 2015

Debemos aprender a dolernos por nuestro pecado

Hoy, en el colegio, como siempre, me vi tentado de diversas formas. Si bien, obviamente, no caí en hacer algo, sí me inmiscuí en "conversaciones no edificantes" o chistes de doble sentido o cosas por el estilo. Es semana de alianzas en mi colegio, yo y otros tantos compañeros estamos involucrados en algunos bailes. Claro, algunos en hartos y otros, como yo, en apenas el baile de presentación de alianzas (Thriller, disfrazado de spiderman xD).

Entonces, están los deportistas, los de cuerpo atlético y que más encima le ponen bastante empeño en algunos bailes y yo ahí, enfrentado ante la codicia que podía comenzar a surgir en mi mente si no me enfocaba en Cristo. Pero era inevitable, por lo menos si dejaba de confiar en Cristo, que comenzara a ceder a pensamientos lujuriosos. Debía, literalmente, apartar mi mirada, "cortarme el ojo" porque me estaba siendo ocasión de tropiezo... Esa era una de las cosas que me dolían.

La otra era que tengo un compañero que me molesta, como cualquier tipo hetero-no-cristiano, con cosas relacionadas con la homosexualidad: chistes de doble sentido, manoseos, etc... Y entonces, o me reía y simplemente me alejaba respondiendo con un "qué onda loco" o le seguía el juego, sabiendo que amontonaba lascivia y deseos impuros en mi mente. Me avergüenzo de decir que era una mezcla de ambas opciones... En esos momentos mi corazón se divide entre la carne y el espíritu. La carne desea una sóla cosa: fornicación y pecado. El espíritu de mi nueva naturaleza: santidad para glorificar a Dios y permanecer en una comunión gozosa con Él. Y en los momentos en que le seguía el juego a este tipo que se hace llamar mi amigo no debería haber sentido nada más que risa si fuera un tipo sin problemas con su orientación sexual... pero, ¿qué sería de mí si la gente supiera lo que realmente sucedía en mi mente?

Pero entonces, siento que he contristado al Espíritu, y sé que si sigo podría terminar cayendo en algo peor e incluso levantar sospechas de mí a mi compañero y, por lo tanto, me alejo, le hago caso a la mitad de mi corazón dominada por mi nueva naturaleza (la parte confiable) y me voy a otra parte (todo esto en cosa de segundos). Y entonces comienzan los remordimientos, la tristeza, la sensación de por qué a mí y el dolor por mi pecado... la profunda necesidad de oración y restauración de mi comunión con Dios porque he pecado, en mi mente, pero he pecado igual.
"A ti, oh Jehová, levantaré mi alma [...] Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en Ti he esperado todo el día. [...] Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado, que es grande. [...] Mírame, y ten misericordia de mí, porque estoy solo y afligido. Las angustias de mi corazón se han aumentado; sácame de mis congojas. Mira mi aflicción y mi trabajo, y perdona todos mis pecados [...] Guarda mi alma, y líbrame. [...] Integridad y rectitud me guarden, porque en Ti he esperado. Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias." - Salmo 25
Esas fantasías que se pasaban por mi mente en ambas situaciones, al observar a mis compañeros ensayando sus bailes y en el leseo de segundos con mi compañero eran aborrecibles a los ojos de Dios. Cuán merecedor de condenación soy, pero Dios, conociendo mejor que yo esas cosas que pasaban por mi mente, me amó hasta la muerte, y muerte de cruz, y me ha perdonado y siempre tiene su mano extendida para levantarme y guiarme con su gracia y misericordia eternas. Él es siempre fiel!

Pero ahora, reflexionando, comienzo a pensar acerca de mis hermanos en Cristo: "¿Será que otros no se duelen tanto por su pecado?, ¿acaso un heterosexual, cuando tiene este tipo de pensamientos hacia individuos del sexo opuesto, se dolerá de la misma manera que yo?" Comienzo a pensar acerca de esto producto de tanta cosa que veo en las redes sociales. Sé que las hermanas y hermanos maduros en la fe y también en edad (quizás de unos 25 años en adelante), probablemente tengan claro esto... pero, ¿y si no?. Conozco muy de cerca a algunos que sí la sufren, que le toman el peso a sus pensamientos y a lo importante y causa de gozo que es andar en santidad.

Cómo me dan ganas de tirarle las mechas a una hermana (claro, una inmadura pero de mi edad) que ponga en Facebook algo relacionado con alabar a un hombre por su aspecto físico (en el sentido carnal) o a un hermano que le guste escuchar canciones cargadas de referencias al sexo, como bachatas por ejemplo (y que las publique con vídeo incluido, en dónde aparecen imágenes bastante explícitas). ¿Acaso no se dan cuenta de que de lo que se les pase por la mente también Dios les pedirá cuentas?, ¿hasta cuándo pretenderán agradecerle a Dios por su perdón si aún no se arrepienten de ciertos pecados? Por eso, cuando soy testigo de estas cosas me frustro, porque yo, cuando pienso estas cosas, inmediatamente siento gran dolor y angustia por lo que he imaginado o dicho en mi corazón, pero aquellos parecen ni inmutarse y no sólo eso, tienen la osadía de publicarlo en Facebook. Sí, me duele también el pecado ajeno y cómo leí hace poco en un artículo, eso es una buena señal de que me estoy doliendo "lo suficiente" por mi pecado.

Hay veces que me dan ganas de gritar "Esta es mi lucha, te das cuenta lo difícil que es?! Pero te cuento algo? Eres igual de condenable que yo, pero no haces nada por dejar ese pecado que te tiene encadenado!!!"

Por otro lado me siento feliz de dolerme en este aspecto, de llorar (en sentido figurado y pocas veces literal) por mi pecado, porque me guía a un arrepentimiento casi inmediato y a correr hacia el trono de gracia, donde me gozo en el infinito amor de nuestro Padre Celestial, que me ha escogido sabiendo el desastre que iba a ser, pero sabiendo también que Él será fiel para terminar la obra que ha comenzado en mí, que aunque a veces parezca que nunca lo superaré, Jesús mismo me dará las fuerzas para seguir adelante mediante su Espíritu que vive en mí.

En conclusión: Debo seguir orando para dejar estas batallas en mi mente delante del Señor, para que Él siga obrando y dándome fuerzas y sabiduría para alejarme de aquello que me tienta cuando corresponda, para aplicar la llamada "amputación radical". Debo seguir llenándome día a día de Su palabra, de Su presencia en oración, porque sólo permaneciendo en comunión gozosa con Él podré hacerle frente a la tentación cuando venga. Esa molestia que me da al ver a otros hermanos que se relajan de cierta forma con sus pensamientos surge de un amor que el Señor a puesto en mí de dolerme del pecado ajeno, en especial si lo están cometiendo mis hermanos en Cristo. Tampoco debo dejar que esa molestia me lleve a fijarme demasiado en el otro, a compararme con otros, porque no es sano en ningún aspecto.
Gloria a Dios por poner en mí el escribir aquí, porque es sano para mi mente, para no dejarme llevar por emociones tóxicas y desahogarme aquí (y así dejar de perder tiempo dándole vueltas y vueltas a las cosas), y también porque sé que quizás esto le sirva a otro compañero de lucha, aunque de todas formas mi objetivo #1 al escribir aquí no es complacer al lector, sino poder expresar mis sentimientos de alguna u otra forma. Gracias Dios! :)

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